ay que alejarse, pues, de esta isla lo m s de prisa posible! Y al punto desplegamos la vela y nos pusimos en marcha, ayu dados por el viento.En tanto, los mercaderes ocupa banse en asar los cuartos del rokh; pero no hab an empezado a saborear los, cuando vimos sobre los ojos del sol dos gruesas nubes que lo tapa ban completamente. Al hallarse m s cerca de nosotros estas nubes, ad vertimos no eran otra cosa que dos gigantescos rokhs, el padre y la ma dre del muerto. Y les oimos batir las alas y lanzar graznidos m s te rribles que el trueno, http://www.camisasiralphlauren.com - polo ralph lauren outlet . Y en seguida nos dimos cuenta de que estaban precisamente encima de nuestras ca bezas, aunque a una gran altura, sos teniendo cada cual en sus garras una roca enorme, mayor que nues tro nav o.Al verlo, no dudamos ya de que la venganza de los rokhs nos perder a. Y de repente uno de los rokhs dej caer desde lo alto la roca en direc ci n al nav o. Pero el capit n ten a mucha experiencia; maniobr con la barra tan r pidamente, http://antisidalleida.org/esp/camisas.asp - ralph lauren espana , que el nav o vir a un lado, y la roca, pasando junto a nosotros, fue a dar en el mar, el cual abri se de tal modo, que vi mos su fondo, y el nav o se alz , baj y volvi a alzarse espantable mente. Pero quiso nuestro destino que en aquel mismo instante soltase el segundo Rokh su piedra, http://www.camisasiralphlauren.com - ralph lauren mujer , que, sin que pudi semos evitarlo, fue a caer en la popa, rompiendo el tim n en veinte pedazos y hundiendo la mitad del nav o. Al golpe, mercaderes y marineros quedaron aplastados o su mergidos. Yo fui de los que se su mergieron.Pero tanto luch con la muerte, impulsado por el instinto de conser var mi alma preciosa, que pude salir a la superficie del agua. Y por for tuna, logr agarrarme a una tabla de mi destrozado nav o.Al fin consegu ponerme a horcajadas encima de la tabla y re mando con los pies y ayudado por el viento y la corriente, pude llegar a una isla en el preciso instante en que iba a entregar mi ltimo alien to, pues estaba extenuado de fatiga, hambre y sed. Empec por tenderme en la playa, donde permanec ani quilado una hora, hasta que descan saron y se tranquilizaron mi alma y mi coraz n. Me levant entonces y me intern en la isla con objeto de reconocerla.No tuve necesidad de caminar mu cho para advertir que aquella vez el Destino me hab a transportado a un jard n tan hermoso, que podr a com pararse con los jardines del para so. Ante mis ojos est ticos aparec an por todas partes rboles de dorados frutos, arroyos cristalinos, p jaros de mil plumajes diferentes y flores arre batadoras. Por consiguiente, no quise privarme de comer de aquellas fru tas, beber de aquella agua y aspirar aquellas flores; y todo lo encontr lo m s excelente posible. As es que no me mov del sitio en que me ha llaba, y continu reposando de mis fatigas hasta que acab el d a.Pero cuando lleg la noche, y me vi en aquella isla solo entre los r boles, no pude por menos de tener un miedo atroz, a pesar de la belle za y la paz que me rodeaban; no logr dominarme m s qne a medias, y durante el sue o me asaltaron pe sadillas terribles en medio de aquel silencio y aquella soledad.Al amanecer me levant m s tran q
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